Una noticia aparecida y repetida en la prensa de hoy me ha hecho feliz, enormemente feliz, andinamente feliz: Cuba comprará a Bolivia alimentos de alta demanda como carne de res y leche en polvo.
Ahora estoy mucho más tranquilo, porque sé que todavía hay esperanzas. Quien no ha probado carne de reses del altiplano no sabe lo que es la vida. Es, no lo duden, carne de altura. Porque allá, en la cima del mundo, entre huaynos y otros dulces sonidos de la quena, el ganado vacuno tiene por fin la paz que necesita para rumiar y crecer, pastando en el paisaje sobrecogedor que vigila el cóndor cuando pasa. Porque, abajo vacas, y arriba, el cóndor pasa.
Cuando leí la nota de prensa confieso que me entró la duda. ¿Vacas en Bolivia? Y hasta pensé que había sido una estrategia del comandante en jefe para salvar nuestro ganado del criminal bloqueo que acabó con la hierba en Cuba. Seguro que las llevó el Ché, para que estuvieran a buen recaudo...
Una estrategia perfecta para cumplirlo que el jefe había prometido tantas veces al pueblo cubano cuando decía que un día la isla iba a producir más carne y leche que Argentina, Suiza y los Estados Unidos juntos.
Pero no, eso hubiera sido un disparate. Lo lógico es que el país andino ocultada el desarrollo de la ganadería para no sucumbir a la competencia de países tradicionalmente ganaderos como Argentina y Uruguay. Cabeza a cabeza, tarro a tarro, fue creciendo la masa bovina boliviana en el aire puro de la puna. Allí las vacas no corren peligro. No por gusto la capital del país es La Paz.
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No me extrañaría si también hubieran desarrollado, en silencio, una potente industria azucarera, de la que ahora Cuba podría beneficiarse, ya que Chile jamás nos devolvió la libra de azúcar percápita que Fidel le regalara, en su día, a Salvador Allende.
Los gobiernos boliviano y cubano se han reunido muchas veces y han creado grupos de trabajo bilaterales. No informan si en alguno de esos encuentros participaron vacas del país amigo, en visita de inspección y homenaje a sus desaparecidas congéneres de la isla. Pero algo tramaban Raúl y Evo desde hace años. Era por eso la carita picarona del general ex presidente cuando prometía un vasito de leche a cada niño de Cuba.
Ahora ya podrá ser. Aunque sea en polvo, esa leche prometida volará desde los Andes a la Isla –andes lo que andes, llégate por los Andes- y correrá, alegre e impetuosa por las cuidadas carreteras hasta desembocar en cada escuela, en cada casa, en cada círculo infantil. Y el imperialismo no podrá hacer nada para impedirlo.
Igual ocurrirá con la carne de res. Y cada cubano reactivará su memoria, y a pesar de que habrá algunos ingresados por la falta de costumbre, saborearán el bisté que les arrebató, durante tantos años, el enemigo. Sólo falta que esa carne venga acompañada de cebollas y algo de ajo, que también han desaparecido de la plataforma insular.
Y Cuba se llenará de ese olor a asado que hará sonreír al pueblo trabajador. Vacas del Titicaca, del altiplano andino a Centro Habana, a La Lisa, al Cotorro o a Palo Cagao. Y también en provincias, en los áridos pueblos donde ya se frotaban las manos para engullir jutías y cocodrilos, y almiquíes e iguanas, avestruces, codornices y arañas peludas.
“Los contratos entre Cuba y Bolivia incluyen además otros productos como la madera, la urea y tejidos para confecciones por valor de más de 12 millones de dólares”.
Sé que más temprano que tarde, desde ese hermano país bolivariano y boliviano, la patria de Evo, arribarán también las toneladas de pescado capturadas por su “Flota de Pesca”…
Y Cuba volverá a sonreír. Y en las noches de La Habana sonará una zampoña y una quena, mientras alguien muge de regocijo.
Algún día, ojalá que muy pronto, el cielo de la Isla sea atravesado por un cóndor y no por esas tiñosas roñosas. Entonces, mirando el ancho azul, podremos decir que en Cuba también el cóndor pasa.
Así por lo menos pasa algo.