Opinión
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Muchos le han cantado a La Habana. Cantos hermosos que hoy parecen una burla, o que son de ciencia ficción. Hasta los ingleses la desearon y no sería extraño encontrar un día alguna balada habanera en una taberna de Yorkshire.
Oscar y Rafael, dos huracanes, hicieron mucho daño recientemente en Cuba. Y luego, un terremoto sin nombre castigó una amplia zona en el oriente del país.
Luego de 1994, la población de la isla dio un bajón considerable; hasta se habló de eliminar la libreta de racionamiento, no solo porque no había papel, sino porque casi no quedaba gente racional por racionar.
La historia es injusta, el amor es impredecible y el bloqueo salta repentinamente de cualquier rincón y pone más cínicas a las personas.
Leo una noticia que no es nueva, y que, a estas alturas del desbarranque cubano, ni siquiera es noticia: “La corrupción "avanza" aceleradamente en Cuba, casi al mismo ritmo que la represión política y el hambre”.
Más de sesenta años ha estado ese “pueblo uniformado” esperando al enemigo. Casualmente mirando hacia el norte, que parece estar tan revuelto y brutal que de allí nada más llegan dinero, pollos, ropa y medicinas.
De alguna manera, cuestionado como hecho artístico, el reguetón ahondó el abismo de las contradicciones de la política cubana, sobre todo de la política cultural.
Los personeros del régimen cubano lo dijeron, y eso ha sido un alivio para la población: no habrá otro apagón nacional. Será el mismo de antes. El de siempre, que para eso son continuidad.