Opinión
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Más de sesenta años ha estado ese “pueblo uniformado” esperando al enemigo. Casualmente mirando hacia el norte, que parece estar tan revuelto y brutal que de allí nada más llegan dinero, pollos, ropa y medicinas.
De alguna manera, cuestionado como hecho artístico, el reguetón ahondó el abismo de las contradicciones de la política cubana, sobre todo de la política cultural.
Los personeros del régimen cubano lo dijeron, y eso ha sido un alivio para la población: no habrá otro apagón nacional. Será el mismo de antes. El de siempre, que para eso son continuidad.
Apagonio, que amaba el amor y odiaba el odio, era un cacique casual. Ningún miembro de la tribu recordaba haberlo elegido o haber votado por él en las elecciones.
Los bandoleros que desgobiernan nuestro país pueden decidir, por decreto, como si fuera un juego, quién es cubano y quién dejará de serlo
Cuidado, porque cuando un pueblo acumula tanta ira, como la que tiene acumulada el pueblo cubano, puede no haber límites para su encono.
No debe extrañar que la labor de Díaz-Canel esté siempre acompañada de extraños fenómenos naturales. Él es, en sí mismo, un fenómeno.
Nadie sabe qué va a pasar en Cuba. Algunos, por el calor. Otros, porque esperan encontrar la verdad y la realidad en la prensa.