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Yo corrupto, tú corruptas y ellos corruptean 

Leo una noticia que no es nueva, y que, a estas alturas del desbarranque cubano, ni siquiera es noticia: “La corrupción "avanza" aceleradamente en Cuba, casi al mismo ritmo que la represión política y el hambre”.

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¿Es Cuba una nación corrupta?
Armando Tejuca | ¿Es Cuba una nación corrupta?

Actualizado: November 13, 2024 6:48am

Leo una noticia que no es nueva, y que, a esta altura del desbarranque cubano, ni siquiera es noticia: “La corrupción "avanza" aceleradamente en Cuba, casi al mismo ritmo que la represión política y el hambre”.

Lo primero que pensé fue que era una meta, una propuesta para llevar al país a uno de los primeros lugares a nivel mundial y así hacerlo atractivo, aunque el tema sea malo. Me figuré que lo hacían en saludo a otro aniversario de la revolución, o en homenaje al 26 de julio, porque en la isla hasta la caca se programa en honor de fechas patrias. Sus fechas. Y también sus cacas.

Encuentro una noticia similar, un poco más amplia: “En Cuba se agrava la corrupción mientras se recrudecen la pobreza y la desigualdad, se desmontan políticas públicas de beneficio social, se acentúa el declive democrático, la represión y las violaciones de derechos humanos”. Y me pregunto si la corrupción no está considerada también como un derecho humano. Porque el ser humano envidia, necesita sentirse superior a los demás, aunque sea para funcionar en el sexo, o como aliciente para construir el socialismo.

Solo hay un problema -que son muchos problemas-. Cuando en la isla se menciona la palabra “corrupción”, enseguida se piensa en los tiempos pasados, lo que ellos llaman “la seudo República”, donde algún ministro metía mano, o el emporio del juego le regalaba un maletín lleno de billetes a Fulgencio Batista. Como si en la revolución no existiera la corrupción, que es, junto al bloqueo, el argumento más utilizado para justificar carencias y errores.

Así que no es extraño que “la corrupción avance aceleradamente en Cuba, si el país es, según brillante definición de un amigo, “un muerto sistémico que vive en la peoridad mutante, constantemente”.

¿Puede un revolucionario ser corrupto? ¿Pudiera un corrupto ser revolucionario? ¿Puede uno que no sea revolucionario “poder”? Ser revolucionario no garantiza que seas humano, pero ser corrupto sí. Si naces o luego te vuelves corrupto, tienes grandes posibilidades de ejercer las dos cosas.

Se olvida que Revolución es en sí misma una corrupción de la palabra “tumbe”, que tiene diversas acepciones y todas ajenas. Se relaciona con despojar a otro de lo que tú quieres y no has podido obtener por ti mismo. Cuando los hombres de Fidel Castro entraron a La Habana en 1959 no fueron a buscar casas al reparto Azotea, de Guanabacoa, ni a Palo Cagao, ni a las márgenes del río Quibú o al Romerillo. No. Llegaron como Juan que se Mata al Nuevo Vedado, a Miramar, al reparto Siboney, y allí encontraron el premio deseado, el pago a su abnegación: mansiones con todo adentro, sin pagar un centavo. Solamente moviendo la colita cuando venía el comandante.

Es decir, los revolucionarios le tumbaron las viviendas a aquella burguesía que ellos decían que los había explotado, cuando el 95 por ciento de ellos nunca le habían dado un palo al agua, ni habían trabajado en ninguna parte. Pero el poder los disfrazó de reyes magos, de apóstoles y de proletariado. Entraron a aquellos palacetes que decían odiar, que criticaban, y se acostaron en sus camas, se lanzaron en sus piscinas y hasta usaron las guayaberas y los calzoncillos que habían dejado sus verdaderos propietarios, que, oliéndose el peligro, pusieron pies en polvorosa. El propio jefe de aquel desastre, Fidel, vio la Plaza Cívica, limpiecita, acabadita de construirse y se la apropió. Y le puso ese nombre tan feo con el que aún se le conoce. 

Pero ellos dirán que eso no es corrupción. Cuando se habla de corrupción uno se imagina a un ministro gordo recibiendo plata por debajo de la mesa o favores con masa. Algo entre Marino Murillo y Alejandro Gil, y los que se acercaron a “las mieles del poder”.

La doctora Ivette García González escribió recientemente que: "La corrupción está prácticamente en todas las instituciones. Aunque con mayor peso en el sector público y dondequiera que hay recursos o cuotas de poder, emanadas de prohibiciones y carencias crónicas, que permiten el tráfico de influencias, de dinero, el nepotismo".

¿Y quiénes dirigen, como personal “confiable”, esas instituciones? Los compañeros revolucionarios, que un buen día se dan cuenta de que tampoco tienen papel higiénico o que una hermana tiene filtraciones en su techo. Ellos manejan las leyes y los dineros y “las orientaciones de arriba”. Hay quien tiene y quiere más, porque solo se vive una vez, y, como decía un personaje de los dibujos animados de Elpidio Valdés: “Yo he traicionado muy duro” y me merezco un premio.

¿Qué es la llamada “continuidad, sino una frase bonita y sonora, que hace pensar en tradición revolucionaria y no en coherencia de un fracaso? Es una invitación a corromperse y a corromper, porque crea falsas ilusiones y engaña.

“No hace mucho el embajador ruso en La Habana protestó al descubrir que un donativo humanitario de aceite de su país estaba a la venta en una tienda dolarizada”. ¿Atraparon al dirigente corrupto que desvió esos recursos con la justificación de que el país necesitaba divisas? La corrupción a veces no se divisa, pero se escucha y se huele. Y todos los que siguen empleando ese lenguaje ampuloso, aparentemente revolucionario, están tapando jugadas siniestras y macabras.

El cubano nace con un “socio” en alguna parte que puede “resolverle”. Como nunca han funcionado realmente las instituciones como debieran, o han funcionado para los que ellos deciden funcionar, siempre hay una persona, médico, mecánico, bodeguero, aduanero, electricista o jefe de almacén, que, en nombre de algo parecido a la amistad, consigue lo que por vías normales no se puede conseguir. Lo mismo una libra de malanga que la pieza de un carro. Un bombillo o un pasaporte. Y en los tiempos que corren, a falta de amistad verdadera, camina el dinero. La plata abre puertas y cualquiera se corrompe como la madera de esa puerta.

“La nueva clase que rige el país no es de naturaleza burocrática; su poder y privilegios ya no emanan del cargo que tengan en la nomenclatura, sino de la apropiación privada de capitales que no se destinan al desarrollo nacional y, a menudo, van a parar a paraísos fiscales”.

Todo se puede corromper, porque la necesidad es la madre de la invención. Un viejo dicho lo afirmaba: “La necesidad hace parir mulatos”. Y corruptos.

¿Y qué es esa revolución cubana sino una necesidad permanente, una pobreza galopante, una ausencia de todo? Yo corrupto, tú corruptas y ellos corruptean. Y así crece la corruptación.

 


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