“Yo no sé qué clase de revolución es esta”: madre cubana se lamenta de su pobreza

Miladis vive en Palma Soriano, municipio santiaguero, y a su pobreza tuvo que añadir la desgracia de que una tromba se llevara el techo de su casa
 

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“Yo no sé qué clase de revolución es esta”, dice Miladis Castañeda González, una madre cubana que sufre afectaciones severas en su vivienda y no encuentra soluciones a sus graves problemas económicos.

Miladis vive en Palma Soriano, municipio santiaguero, y a su pobreza tuvo que añadir la desgracia de que una tromba se llevara el techo de su casa... casa que más bien deberíamos llamar bajareque. La arregló como pudo, pero “a un policía que le pasó lo mismo, ya al otro día le estaban arreglando la casa”, comentó.

Llevo seis años en esta situación, pasando frío y necesidad, sin comida casi. Las tejas de mi casa las tiraron dos días antes de la votación, porque yo dije que no iba a votar por nadie, ¿para qué?”, agregó como quien no tiene miedo a perder nada.

Su hija tiene retraso mental y el esposo está discapacitado. Ninguno recibe ayuda financiera del Estado. A veces los vecinos la ayudan para que la niña pueda comer, pero no siempre. La niña muchas veces deja de ir a la escuela porque, como dice su madre, “la letra con hambre no entra”.

“Yo espero que alguien vea mi situación, las condiciones en las que yo vivo”.

En las imágenes se aprecia la pobreza extrema en la que vive Miladis, una casa con pocos muebles y electrodomésticos, todos viejos y rotos. No hay puertas y no se ve comida por ninguna parte.

Medios independientes han publicado imágenes y videos parecidos a este, sobre todo de la región oriental de Cuba, para visibilizar la pobreza extrema que la prensa oficialista oculta constantemente.


El 18 de febrero, un video causó conmoción en las redes, en el que otra madre santiaguera, María Caridad Rodríguez, narra con voz resignada cómo viven ella y su hijo discapacitado, en una región paupérrima de aquella provincia oriental.

“A la buena de Dios”, esa frase antigua viene bien para describir la existencia casi vegetativa de los dos en una casa hecha de bambú, como si se tratara de dos campesinos asiáticos de la Edad Media.

“Yo no veo que nadie se preocupe. Yo tuve dos hijos, perdí a mi niña hace 27 años y me quedó el barón, que hoy ya tiene 36 años. Nació con una malformación congénita en el riñón derecho. A los tres días del parto se lo extirparon”, declaró la señora.

El Estado le da una pensión por su hijo de 236 pesos (alrededor de 9 dólares), pero esa ayuda no le alcanza. María Caridad no trabaja pues debe ocuparse el día entero del muchacho y el padre nunca se ha preocupado por el hijo.

María Caridad se siente abandonada por el gobierno de Cuba. Los trabajadores sociales que van hasta su casa ven la situación, se van… y los años pasan pero todo sigue igual.

 

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