“No nos entendemos”, dijo Maceo a Martínez Campos en Baraguá. “No nos entendemos”, repiten por estos días los medios de comunicación oficiales en sus mensajes de oposición al Título III de la Ley Helms-Burton. Pero “no nos entendemos” es algo que los cubanos llevan mucho tiempo diciéndole, de varias maneras, a esa misma prensa que por décadas, parece vivir en un universo paralelo.
Los problemas del periodismo cubano pueden escucharse a diario en las calles, forman parte del repertorio de chistes nacionales, los denuncian los periodistas en todos y cada uno de los congresos de su organización. Incluso, los propios dirigentes, que son los máximos responsables de esas limitaciones, a veces enfilan los cañones contra el “secretismo”, la “autocensura”, el “triunfalismo” y todo lo demás que ellos mismos promueven, provocan y protagonizan una vez que terminan sus discursos.
De manera general, aunque existen casos salvables, la prensa oficial cubana es básicamente mala, y todo el mundo lo sabe.
¿De qué habla la prensa oficial cubana?
Un profesor universitario cubano lo resumió de manera bastante certera: los medios nos cuentan el paraíso en que vivimos y el infierno que nos rodea.
Esta orientación —plasmada desde las Tesis y Resoluciones del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1975— tiene como trasfondo ideológico la intención de demostrar la superioridad del sistema social defendido por Cuba y unos pocos países, respecto al que impera en el resto del mundo. Una tarea que se asume prácticamente sin matices, como si el capitalismo fuera el mismo en todos los lugares y como si aquello que dice ser socialismo estuviera exento de contradicciones.
Varias investigaciones realizadas desde universidades cubanas han dado cuenta de esta disparidad entre el enfoque de la información nacional (positiva mayormente) y el de la internacional (generalmente negativa), y lo han denominado “nueva versión del mito del ying y el yang”, “síndrome del catalejo”, y otras formas que apuntan a deficiencias desde el punto de vista periodístico. Llama la atención que aquellas naciones capitalistas que han alcanzado importantes desarrollos económicos y en políticas sociales, por ejemplo Canadá y los países escandinavos, constituyen prácticamente zonas de silencio en la prensa cubana.
Como resumía aquel conocido sketch de El Noticiero: “El mundo entero está muy jodido. Los que estamos bien somos nosotros”.
En cuanto a la información nacional, una buena parte de las investigaciones realizadas sobre los medios de comunicación cubanos coinciden en señalar tres limitaciones básicas.
En primer lugar, las temáticas tratadas responden más a los intereses del Partido que a los de la gente. Se ha perdido el concepto de noticia y por eso las páginas de los periódicos y las noticias de la radio y la televisión están llenas de reuniones, actos, visitas, chequeos y conmemoraciones que no poseen ningún valor noticiable, mientras muchas de las cuestiones del día a día, que golpean directamente al cubano común, brillan por su ausencia para “no darle armas al enemigo”.
En ello influye evidentemente la ausencia de opciones, el poco desarrollo de hábitos para diversificar el consumo de noticias y la dificultad aún notable para acceder a otras fuentes que han ido perfilándose con la llegada de internet. No obstante, tampoco puede desconocerse que todavía una parte importante de la población cubana confía en la prensa oficial y vuelve a ella, ya sea para consultarla, para exigirle o para criticarla, como esperando que en algún momento le ofrezca aquello que en teoría debería darle, pero que no lo hace.
¿Qué le interesa a la gente en Cuba?
Esta es una pregunta muy difícil de responder, por dos razones fundamentales. La primera es que no existen en Cuba agencias encuestadoras ni estudios sistemáticos de audiencias o de opinión pública que permitan tomar el pulso a los intereses populares de manera certera. Los recursos que poseen algunos medios para estos fines son muy limitados y el mecanismo de recogida de opiniones que posee el Partido, es un instrumento cuasi-secreto a cuyos resultados es muy difícil acceder. Por otra parte, como sucede en todo el mundo, el público cubano se ha diversificado y fragmentado muchísimo, de manera que estamos ante múltiples intereses de grupos específicos, cada vez más distantes de esa idea del gran público homogéneo.
Aunque la pregunta sea difícil de contestar y la respuesta sea necesariamente imprecisa, hay varias pistas que pueden dar algunos nortes.
Investigaciones realizadas en diferentes universidades cubanas en la última década, exhiben la presencia constante y estable de un grupo de temas bien precisos: aquellos problemas que preocupan y afectan la vida diaria de la gente. Alimentación, salud, vivienda, gestión del gobierno, economía, transporte, precios, salarios. Las cosas que golpean a diario y que las personas necesitan sentir que alguien las visibiliza, las denuncia o les muestra una solución real. Son las preocupaciones más básicas, esas que pueden escucharse en cualquier parada de guagua o cola de bodega sin necesidad de muchos estudios.
Otra pista puede encontrarse en las trazas de lectura de los medios digitales. En aquellos que incluyen la sección de lo más visto, puede observarse cómo se repiten, junto a las noticias de alto impacto, las informaciones de utilidad, las temáticas poco tratadas en los medios oficiales, las historias llamativas de gente común y los temas polémicos.
Por otro lado, el alto nivel educacional de una parte importante de la población cubana y la ruptura de la burbuja en que vivía el país hasta la última década del pasado siglo, ha propiciado la aparición de intereses que suelen ser mucho más visibles en las redes sociales, donde logran articularse grupos afines, que en las calles.
Así pueden encontrarse porciones de públicos muy preocupados por temáticas relacionadas con libertades políticas, derechos civiles, económicos, libertad de expresión. Aunque no constituyan grupos mayoritarios, estos logran dar visibilidad y solidez a sus agendas no solo por la importancia de las temáticas sino por la vehemencia con que las sostienen y la calidad con que las presentan. En este mismo contexto se encuentran los grupos interesados por la protección animal, los derechos de colectivos en condición de vulnerabilidad y otros similares.
Al igual que sucede en muchos países del mundo, en Cuba también una parte importante del consumo mediático se dirige más a las noticias relacionadas con el entretenimiento que con la política o cuestiones sociales. Una revisión de los sitios más visitados desde Cuba muestra claramente el lugar privilegiado que ocupan Facebook, páginas deportivas, plataformas de videos y webs de compraventa.
Otro dato relevante es el surgimiento de publicaciones independientes dentro del país, enfocadas en intereses específicos como música, moda, deportes, animales, millenials, cómics, videojuegos, etc. El interés de estos medios no es llegar a grandes públicos generales, sino cubrir carencias e intereses de sectores que no encuentran una oferta que les satisfaga en los medios oficiales.
También vale destacar el consumo de noticias blandas o presentadas de forma sensacionalista, lo cual se refleja en el número de visitas que registran medios y programas al estilo de CiberCuba o el show de Alex Otaola.
En resumen, los cubanos necesitan medios que sean capaces de contarles un país tan variado y real como ellos mismos, algo que es muy difícil lograr desde un sistema mediático centralizado, lo cual abre un sinnúmero de posibilidades para la hornada de revistas, sitios y periódicos digitales que han surgido en los últimos años y que a medida que se democratice el acceso a internet deben crecer en visibilidad y públicos fidelizados.