Tengo 27 años y siempre me han gustado los hombres mayores. No sé en qué momento entré a la “tembitud”. De la noche a la mañana me están lloviendo los “titis”, esos que oscilan entre los 22 y los 24. Lo curioso es que ellos de alguna extraña manera ya me van a comenzando a gustar. He pasado de preferir a los tembas a convertirme en la temba.
Los inicios existen, el mío se llama divorcio, libertad, “gozancia” o como quieran nombrarlo. He pasado de un encierro total a estar en medio de algo a lo que le había perdido el gusto y que voy descubriendo de nuevo con parsimonia, aunque a veces me apuro.
Todo empezó en las redes, y nadie puede culpar a una mujer si ve a alguien que le parece mayor y el chiquito resulta haber nacido en 1998. Los hombres de hoy van adelantados a su tiempo, con todas esas barbas y cuerpos musculosos. Aunque siempre algo va a delatarlos.
Pensé que todo quedaría en dos o tres que me escribían en Facebook y que yo ignoraba luego de mi mágica pregunta: ¿Qué edad tú tienes? Las respuestas podían ir desde la verdad hasta “la edad no define nada, a mí me gustan mayores, tengo experiencia” o “la edad es un constructo social, además esa pregunta yo solo la hago para ver los prejuicios que tiene la gente”, ciertamente los niños de hoy son bien avanzados, más el de la última respuesta que los otros.
Muchos han seguido insistiendo, pidiendo mi contacto en WhatsApp o preguntándome si ando por La Habana para invitarme a salir. Espero que noten el desinterés y se marchen amablemente. El del constructo social es el único capricho que aún mantengo virtualmente, compartimos cositas en común y ciertamente no parece tener su edad. Lo hilarante fue cuando ese drama de las redes sociales comenzó a surgir en la realidad, en la de carne y hueso, en la de te veo los ojos y no a través de una pantalla.
Una noche salí con una amiga mucho menor que yo y en su círculo social había alguien como cuatro años menos pero que me cautivó hablando de libros. Resultó ser muy sádico y por supuesto no pasó de ese día, pero ya la caja de pandora de la tembitud se estaba abriendo. Adiós juguetes sexuales y sean bienvenidos los juguetitos de otro tipo.
Otro de los amigos de esta muchacha parecía ser cortés con todas y dulce, incluso conmigo. No quise sospechar nada cuando me acompañaba a casa y me preguntaba si quería comer algo o se deshacía en atenciones, pensé que era normal. No puedo desandar la vida pensando que cada hombre tiene un interés hacía mí.
Una tarde de playa este niño de 22, tan bueno, se me declaró y ni le dejé terminar. Le interrumpí con un sonoro “NO y deja de intentarlo”. Me pidió que todo siguiera tal como antes, pero fue él quien se alejó de golpe. El rechazo no tiene que ser bien aceptado.
Recuerdo cuando mi ex-suegra tenía novios jóvenes y yo me ría muchísimo con las historias y no dejaba de pensar que la falta de sincronía en cuanto a intereses acabaría con esas relaciones. La diferencia de edad supone que las personas viven etapas distintas y afrontan las situaciones basándose en experiencias divergentes, sin embargo esta no es la razón para no intentarlo; eso digo ahora porque me ha gustado un menor.
Ahora me atrae un menorcito, como yo suelo llamarlos, uno que conocí en una playa de Cienfuegos. Es posiblemente el hombre más silencioso que he presenciado, no habla nada, aunque yo soy toda una especialista en exprimir palabras e hice que se soltara un poquito ese día. Tiene esa mirada de zorro y se ríe como tal, sonríe mucho, es prácticamente su respuesta física a todo.
Tenemos amigos en común, más de los que sospechaba y eso ejerce un poco de presión. No estoy interesada en nada formal con él y creo que el sentimiento es mutuo, por ahora. Pero ese mutismo me desconcierta al punto de decidir no ser directa, dejarlo estar.
Pero la vida se tuerce y alguien lo trajo al espacio que habito, a mis cuatro paredes. Ese día lo sentí cómodo, algo le hace sentir confianza cuando me habla. Inevitablemente ciertas cosas pasaron, y ni él ni yo huimos de ellas. Yo no quería huir, de hecho, moví todos los hilos para que él tampoco pudiera o quisiera hacerlo. Él sigue siendo algo que no develo, que me resulta críptico, que me trae loca. Me convencí de que se les puede dar una oportunidad sexual, siempre que superen los 22.
Solo que esta historia aún no acaba, yo lo presiento, mi tembitud recién comienza.