Sin dudas, la pandemia legitimó muchas cosas: las distancias, el saludo lejano, los aplausos de las nueve de la noche, la casa como un refugio de supervivencia. Pero si hay algo que ha llegado para quedarse en diferentes formas, colores y texturas, es la mascarilla de protección, llamada nasobuco en Cuba.
Lo que comenzó siendo un medio de higiene y protección, poco a poco fue recibiendo una simbología, una carga social, personal y, sobre todo, auténtica, propia de la necesidad de adaptación del mundo a la nueva realidad. Algunos cubrieron sus rostros de colores, otros con flores, y muchos con sus avatares favoritos.
Los nasobucos con clase del joven proyecto MasKlasic provocan asombro en las redes sociales. "Yo amo el blues", "Mi vida es jazz" o "Rock 4 ever" son los mensajes que llevan las mascarillas como propuesta para los melómanos. Se trata de una alternativa atrevida, única e incluso extravagante, pero sobre todo optimista. Unas mascarillas que te levantan el ánimo y te dan fuerzas para seguir luchando.
Así el nasobuco dejó de ser regular para convertirse en un objeto de imprescindible personalidad, marcado por una representación de valores, principios, cualidades y preferencias. E incluso de libertades, luchas y orientaciones, justo como los coloridos nasobucos del proyecto Casa Tomada MirArte, que llevan el arcoiris de la bandera LGBTQ+ a otro nivel. Un modelo que reivindica la lucha por los derechos de esta comunidad, desde una casa tomada por la inclusión y la equidad de género.
Pero la bandera de la diversidad no es la única que viste rostros en estos tiempos. La nostalgia por la isla patria se siente tanto en estos meses por los cubanos emigrados, que algunos llevaron nuestra bandera cubana en su rostro durante el confinamiento: toda una declaración de intenciones y pertenencia.
Nasobucos para niños con los personajes de Disney, nasobucos para amantes de los superhéroes de Marvel o del mundo anime, para los que adoran a Frida Kahlo, para los que quieren identificar su imagen con un ícono cultural, para los que quieren trascender, para los que desean ser el misterioso rostro detrás de un sueño de superación.
Las mascarillas más curiosas del mundo
En la ciudad argentina de Bell Ville una estudiante creó un prototipo de mascarilla para personas sordas. La iniciativa ocurrió en la escuela municipal para personas con discapacidad auditiva, una forma inclusiva de lidiar con la pandemia. El diseño cuenta con un cuadro transparente de plástico que permite leer los labios con facilidad y favorecer la comunicación en sordos e hipoacúsicos.
Recientemente el programador Tyler Glaiel desarrolló en California un nasobuco con luces LED. De lo visto, lo más original. El invento reproduce los gestos y movimientos al hablar e incluso una sonrisa, ideal para aquellas personas emotivas, risueñas y gestuales.
En Italia un comité de expertos de la Universidad de Siena presentó una mascarilla sin precedentes, que es capaz de autodesinfectarse. El modelo emplea también luces LED y un filtro que elimina la saliva, evitando así la propagación del COVID-19.
La creatividad humana es maravillosa, como lo es la capacidad de superación de la gente. Un optimismo que no entiende de distancias ni de pandemias destructoras.