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Ya no te amo por culpa del bloqueo

La historia es injusta, el amor es impredecible y el bloqueo salta repentinamente de cualquier rincón y pone más cínicas a las personas.

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El bloqueo es la gran excusa del poder cubano
Armando Tejuca | El bloqueo es la gran excusa del poder cubano

Actualizado: November 14, 2024 7:33am

A los quince años tuve mi primera novia seria en Cuba. Se reía, pero era seria. A pesar de que de vez en cuando nos escapábamos a la posada de 11 y 24, quise hacerlo todo serio y me decidí a pedir su mano.

Cuando lo hice, el padre me pidió un montón de certificados y al final me dijo que no, por mi actitud ante las agresiones del enemigo, es decir, porque yo no había condenado con energía el embargo económico. Fue mi primer amor fallido por culpa del bloqueo.

Pero ese no iba a ser el único romance que se echaría a perder por tal hecho criminal. Supe que otras parejas también sufrieron. Me enteré del inmenso amorío que tuvieron en La Habana la actriz Sarah Bernhard y el famoso torero Luis Mazzantini, que ardían de pasión en aquel hermoso hotel Trotcha, que también desapareció por culpa del bloqueo. Me contaron que a veces se les veía por la orilla de La Chorrera, donde pescaban o nadaban, sin que ningún policía de la época les pidiera identificación, porque tenían tipo de turistas. En aquel momento todavía quedaban cosas que pescar.

Sin embargo, ese romance se acabó, desafortunadamente, porque la empresa que había contratado a Mazzantini, la Miura´s Encabroning Company S.A, sospechó que, en un futuro muy lejano, los Estados Unidos les impondría una multa por hacer cochinaítas en Cuba, aunque en esa época, enero de 1887, faltaba bastante para que el pichón de gallego, Fidel Castro, maleara las relaciones con el gran país del Norte, que era revuelto y brutal, aunque en Cuba había muchos más brutos revueltos.

He ahí otra incongruencia: ¿Por qué el bloqueo norteamericano iba a afectarme a mí en la faceta amatoria y no le hizo lo más mínimo a Ángel Castro y a Lina Ruz, allá en Birán, en la provincia de Oriente, en una relación carnal bastante escandalosa que iba a afectar a millones de cubanos en el futuro?

La historia es injusta, el amor es impredecible y el bloqueo salta repentinamente de cualquier rincón y pone más cínicas a las personas. Y si no me creen busquen todo lo que ha dicho Bruno Rodríguez Parrilla en su vida. Sabe mucho de lo carnal. En un futuro habrá que emparrillarlo y decomisarle el poco amor que el pueblo le pudiera tener.

Estuve años sin querer enamorarme, pensando que lo del bloqueo era algo temporal, pero no, parece que estaba instalado ahí casi para siempre, porque lo mencionaban constantemente. Incluso el poeta Rubén Darío me hacía recordar la segunda vez que amé, con el poema que habla de la juventud, que es un divino tesoro. Me subía una amargura tremenda por la garganta cuando leía estos versos:

Miraba como el alba pura,
sonreía como una flor.
Era su cabellera oscura,
hecha de noche y de dolor.

Y no solo de noche y dolor era la noche, le dolía más por su cabellera oscura, que casi había olvidado la caricia del champú. Cada vez que ella preguntaba por ese líquido maravilloso, salía a colación el bloqueo. El champú no llegaba a Cuba, y en Cuba no lo fabricaban. O lo fabricaban a medias, porque faltaban componentes adivinen por culpa de quién.

Pero Rubén Darío me hacía sufrir más con otros versos del mismo poema:

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
Y le mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…

Ya ven, cuando no hay luz, tampoco hay fe. Y sin fe de que un día pudiera haber luz para disfrutar de su belleza, la relación con ella se estaba deteriorando a pasos agigantados. Y se acabó, con dolor. Pasó el tiempo y supe nuevamente de ella, que había hecho gestiones para irse del país, posiblemente para resolver el champú que el criminal bloqueo le negaba, y tener luz, mucha luz, siempre luz para poder brillar con luz propia o con la ajena, pero no le llegaba la salida.

Y otros versos de Rubén Darío la describieron de este modo:

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Así fue. Se amargó tanto que su belleza cayó en un pozo, como el chino de la canción, y sus tripas se hicieron agua. Y quedé sin amor y sin luz, y, para colmo de males me enteré de algo terrible y siniestro: “En los últimos cuatro años Cuba sufrió la pérdida del 62% de sus gallinas y el 72% de sus cerdos”. Y eso, unido a mi otra pérdida, era insoportable ya.

Entonces me llené de valor y comencé a averiguar por qué esos señores imperialistas, a los que no les tenemos ningún miedo, habían impuesto a una pequeña isla ese embargo cruel que otros definen como bloqueo criminal. Y me hicieron el cuento real del niño Fidel Castro que escribió una carta al presidente Franklin D. Roosevelt pidiéndole la modesta suma de 10 dólares, diez míseros dólares, diez toletes, diez fulas. Y como aquel soberbio mandatario -hablo de Rooselvet, no del otro soberbio- lo tiró a mondongo, cuando Fidel tomó el poder en Cuba, les levantó el piso a los americanos y empezó a nacionalizarles todas sus industrias y negocios, y nunca quiso pagar indemnización, porque argumentaba que ya ellos habían robado lo suficiente explotando a los cubanos.

Eso lo describe la prensa con estas palabras certeras: “La realidad es que, hoy por hoy, Cuba no exporta porque no tiene nada que exportar desde que el castrismo destruyera industria y agricultura, primero adueñándose de todo, luego administrándolo de la peor manera. No un bloqueo, sino la planificación centralizada socialista es lo que ha aniquilado el tejido productivo del país”.

Por eso tuve que romper con mi último amor, el tercero, y a la tercera va la vencida. Cada vez que iba a estrecharla entre mis brazos, un olor rancio, como de mulo muerto, subía hasta mis fosas nasales. Debía ser aquel tejido productivo, muerto. Cuando le pregunté por qué no se aseaba, me señaló la cisterna del edificio vacía y el motor roto. Y me contó que lo habían denunciado a las autoridades y que nadie hacía nada. Así que aquel cuerpo no se fregó más y yo me alejé de ella, porque no podía tenerla cerca ni con las fosas nasales tupidas. 

Eso me hizo el bloqueo a mí y a mi corazón. Y me fui de la isla, me desbloqueé yo solo, porque entendí que el verdadero bloqueo lo tenían los degenerados que mandan, que han seguido pidiéndoles dólares a todos los presidentes americanos, que no tienen la culpa de lo que le hiciera Rooselvet a aquel muchacho que luego se desquitó con los cubanos.