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Gordos que no ven...corazones que no sienten

Hace muchos años, el cubano era un ser de buen corazón, de un corazón noble. Hoy, 65 años después del descubrimiento, ese corazón necesita marcapasos

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Gordos que no ven corazón que no siente
Armando Tejuca | Gordos que no ven corazón que no siente

Actualizado: May 13, 2024 7:51am

Hace muchos años, el cubano era un ser de buen corazón, de un corazón noble. Hoy, 65 años después del descubrimiento, ese corazón necesita marcapasos.

¿Será que anda en malos pasos sin marcapasos? ¿Es porque la policía y la seguridad del estado le sigue al cubano los pasos?

Pero en la isla no se fabrican marcapasos. De hecho, no se fabrica nada. Más bien se desfabrica todo lo que estaba fabricado. No es extraño entonces que, con alimentación deficiente, un creciente alcoholismo, apagones, violencia e inseguridad, los cubanos que quedan en la isla padezcan enfermedades cardíacas. No hay manera de que el corazón de un habitante de la isla funcione normalmente, cuando está desilusionado, desanimado, viendo en la prensa y en la televisión cómo los dirigentes que llevan al país al desastre engordan más cada día.

Parece que lo hacen exprofeso. Como para negar que en Cuba se pasa hambre. Usted ve al primer ministro Marrero, a algunos generales, ministros y a secretarios del partido de provincias, y no pueden estar más de tres en la misma habitación, porque al cuarto le queda medio cuerpo fuera del cuarto. Son la constancia del daño que hace el cruel bloqueo yanki a la revolución.

La dirigencia del país forma una gruesa barrera infranqueable, pero todo lo demás se hunde. Y el cubano siente que su corazón se sobresalta y sufre. Y duele. “En estos momentos en Cuba faltan alrededor de 1.500 marcapasos y casi 100 pacientes se ven obligados a permanecer en hospitales por la carencia de esos dispositivos, que les permitirían regresar a sus casas de manera segura y evitar el riesgo de sufrir un infarto”.

Claro que algunos que regresan a sus hogares encienden imprudentemente el televisor y ven en él la grasa esparcida en los cuerpos de los mangantes, y ahí mismo les viene el infarto. "Desafortunadamente, la mayoría de los fabricantes de marcapasos se niega a comercializarlos y enviarlos a Cuba". No dicen por qué, pero el pueblo lo sabe: Cuba no paga. Se acostumbró a extender la mano como un mendigo profesional y pide, implora, llora para provocar lástima. Hablan de agresiones, del bloqueo, pero nadie dice que el sistema es inoperante, que en el país no queda nada del antiguo país cuando fue país una vez. Como lo quería el Engordante en jefe.  

No hay marcapasos y los miembros del buró político y el comité central, ministros, viceministros y el resto de los tragones en guayabera, comen y viajan. Hasta se están cerrando muchos teatros para usar los telones para fabricarles ropa decente. Ya en las esquinas hay señales de “Ceba el paso” y eso obliga a que las consignas cambien. Por ejemplo: “Ser gordo es la única manera de ser libre”. “Somos un gordo muy duro de roer”. “El que no engorde es yanki”.

Es lo que le queda al pueblo, la burlita. Una burlita que le sube y que le baja. Un humor ácido y sin marcapasos, porque hasta la pareja presidencial, el Puesto a Dedo y la Machi, mastican y vuelan. Saltan de recepción en recepción y de avión en avión. Y comen en nombre de todo el pueblo, como si fuera una orden de combate. “Engordar es la base de todo”. Ahora han ido a Rusia a llenar de saliva y baba al cretino de Putin, el tramposo de la nueva mafia. “Díaz-Canel admitió que la situación de Cuba es de "emergencia" y que la población enfrenta una vida de "dureza".  Y de Rusia, antes “la hermana Unión Soviética”, espera un rescate de su economía hundida.

Pero mientras, aunque no haya marcapasos, hay risas: “Dime con qué gordo andas y te diré quién eres”. “No dejes para mañana al gordo que puedes tener hoy”. “Gordo con gordo, cigarro. Gordo más gordo, barril”. “Un gordo no hace primavera (es más, no hace nada)” y uno que promete que será muy popular: “El que a buen gordo se arrima, gorda sombra lo cobija”.

En la prensa (no en la oficial) se encuentran muchísimas tristes noticias: “El sistema de Salud Pública de Cuba depende cada vez más de donaciones, a pesar de que las autoridades insisten en presentar al país como una potencia médica y hace propaganda del turismo de salud para atraer visitantes”. A ese paso la isla tendrá pronto que importar hasta los catarros. O no, porque para lo malo sí hay vocación y voluntad. Y para vivir de la mendicidad, que ellos llaman “solidaridad”. Hace poco “una organización cristiana de Estados Unidos donó a Cuba 181 sillas de ruedas”.

Por suerte, ninguno de los dirigentes revolucionarios podrá sentarse en una silla de ruedas, porque ninguna aguantaría ni el volumen ni el peso. Parece que el partido comunista se rige por una idea salvadora: “Vale más un gordo feliz que un flaco amargado”. O estos otros de sabiduría popular: “Gordo que se duerme se le va la corriente”. “Cuando veas al gordo de tu vecino arder, pon los tuyos en remojo”. Todos saben que, a pesar de que la baba es la misma, compartida y espesa: “Cada gordo con su tema”.

Ya hay un equipo de flacos que han pasado al clandestinaje y, en lo que aparecen los necesarios marcapasos, ellos marcan un paso diferente, revisando, revisionando y actualizando frases históricas, muchas de ellas nacidas de la gordura de Fidel Castro: “En el 56 seremos gordos o seremos mártires”. O esa tan famosa y premonitoria antes de viajar en el yate Granma: “Si salgo, llego. Si llego, engordo”. O estas otras, que tanto daño hicieron: “Esta revolución es tan gorda como las palmas”. O: “Con la revolución, gordo. Sin la revolución, nada”.

“Cada vez son más frecuentes los ancianos pidiendo limosna en lugares públicos, o rebuscando en la basura, o revendiendo periódicos y cigarros para sobrevivir”. Pero en la prensa y la pantalla el país no se distingue porque los gordos se ponen delante, para taparlo. Y la pista del aeropuerto Internacional José Martí corre el riesgo de hundirse con tanto dirigente obeso que va a recibir a otro gordo viajero.

En cualquier momento el pueblo, aunque no tenga marcapasos, acelerará sus pasos para provocarle taquicardia al gobierno. Ya veo en los muros lemas y consignas como: “El pueblo engordado no será venzado”. O “Viva el seteremil aniversario de los gordistés de despensa”.

Y como “el que con gordos se acuesta, amanece aplastado”, aunque digan que “Dios aprieta, pero no engorda”, cualquier mañana, en la misma plaza cívica se erigirá una valla inmensa, un vallón, que diga: “Quien intente apoderarse de Cuba, solo recogerá a un gordo anegado en sangre si no perece en la lucha”.

Entonces resonará en el aire una voz que cante: “Será mejor hundirnos en el mar, que antes traicionar la gorda que se ha vivido".

Y en los canteros, por los campos y los jardines, nacerán los marcapasos, encima de la tumba de los gordos que nos han aplastado tanto tiempo.