No es cosa de juego, pero parece que a las autoridades les importa un bledo la situación, como si alguien pensara que Sancti Spíritus podría convertirse en la primera fábrica de niños en Cuba y que la provincia sola lograría el repoblamiento de la isla.
Un hombre invisible, para ser invisible, debe mantener un perfil bajo si no quiere hacerse visible. No como otros, que roban cámara y dicen cuanta verdolaga les pasa por la cabeza con tal de tener visibilidad.
Lo dijo el poeta Manuel Navarro Luna: “Es Santiago de Cuba, no os asombréis de nada”. De modo que no es extraño que en Santiago sucedan las cosas más inverosímiles e inverecundas.
Lo cierto, lo doloroso, lo dolorosamente cierto, es que en Cuba, desde que llegó Fidel Castro, la esperanza de vida se ha alargado, si vives lejos de la isla.
Leo una noticia que no es nueva, y que, a estas alturas del desbarranque cubano, ni siquiera es noticia: “La corrupción "avanza" aceleradamente en Cuba, casi al mismo ritmo que la represión política y el hambre”.
Más de sesenta años ha estado ese “pueblo uniformado” esperando al enemigo. Casualmente mirando hacia el norte, que parece estar tan revuelto y brutal que de allí nada más llegan dinero, pollos, ropa y medicinas.
De alguna manera, cuestionado como hecho artístico, el reguetón ahondó el abismo de las contradicciones de la política cubana, sobre todo de la política cultural.
Los personeros del régimen cubano lo dijeron, y eso ha sido un alivio para la población: no habrá otro apagón nacional. Será el mismo de antes. El de siempre, que para eso son continuidad.
Apagonio, que amaba el amor y odiaba el odio, era un cacique casual. Ningún miembro de la tribu recordaba haberlo elegido o haber votado por él en las elecciones.