Ordeño y mando

¿Por qué en Cuba no hay leche, azúcar y café, a pesar de ser productos famosos de nuestra tierra? Ramón Fernández-Larrea tiene la respuesta.
Ordeño y mando
 

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En Cuba, la culpa de que las cosas no funcionen siempre la tienen los demás. Antes eran los malos gobiernos de la “neocolonia”. Después fue el pueblo mal agradecido y holgazán, que no se esfuerza nunca lo suficiente, y el bloqueo, que sí se esfuerza.

En el caso de la agricultura actual se culpa a los campesinos de la infertilidad de la tierra, de levantarse cada día más tarde, al clima y al embargo norteamericano, que es tan férreo, cruel y maldito, que el pobre general sin batallas, Raúl Castro, no pudo siquiera ganar la batalla del vasito de leche para cada niño. Nunca ha habido leche, pero para el pueblo la vida se la han hecho un yogurt.

Lo mismo sucede con la ganadería, donde los culpables son la mala hierba, el sol inclemente, la sequía, el fenómeno del niño, los sabotajes de la CIA, los campesinos que se despiertan cada vez más tarde, la merma de gallos que los despierten, el bloqueo y las vacas, que parecen haber entrado en una etapa de total libertinaje. Las pocas que quedan.

Si los campesinos sembraran más vacas por metro cuadrado, habría más leche, a menos que, algunos metros cuadrados tengan toros en lugar de vacas. Si la gente de la montaña sembrara más café, en Cuba tomarían café hasta las vacas, y de ellas saldría café con leche y desayunarían como Dios manda los niños cubanos, y hasta los pueblos de América y de Asia. Pudieran desayunar también los de Oceanía, pero nadie sabe dónde queda eso.

Así que, si no hay azúcar es porque los campesinos y los obreros agrícolas no la siembran, no la riegan y no la cortan, porque el pueblo sigue al pie de la letra aquel estribillo burlón y holgazán de un son que decía: “Yo no tumbo caña, que la tumbe el viento, que la tumbe Juana con su movimiento”. Pero Juana tampoco quiere tumbar caña, o se fue del país, o está allí, tranquilita, porque los parientes le mandan dólares, o cayó presa, que nadie sabe la orientación ideológica de Juana.

Si todo sigue así, nadie va a poder endulzar el café con leche que podrían dar las vacas si los campesinos y los obreros agrícolas hicieran lo que está estipulado, lo que se orienta y dispone desde arriba, que es desde donde se ven mejor los surcos y no se embarra nadie. Y hago la distinción entre campesinos y obreros agrícolas porque no son lo mismo. El obrero agrícola no es dueño de la tierra, y en cambio, el campesino, parecería que sí, pero tampoco. Bueno, es un poco dueño, pero no puede hacer lo que él quiere, sino lo que dictaminan mentes brillantes en una oficina, seres que lo único que saben de la tierra es que es redonda. Sin embargo, no puede poner en práctica lo que le enseñaron sus mayores y lo que la experiencia de siglos lo respalda. Y para colmo, el estado le da la espalda.

Como el pueblo tiene la culpa de lo que pasa en campos y ciudades, los que mandan se ven obligados a regañarlos. El mismo ministro de economía, uno gordito de guayabera blanca que se apellida Gil, que es más gil que el apellido y que dice ser un cubano de a pie, lo que lo convierte en pueblo también, ha tenido que regañar. Y no solamente el que se cree presidente del país (que es un desastre, así que en todo caso sería presidente del desastre), sino que cualquiera con cierto rango o alguna mínima responsabilidad, hala por la lengua y comienza a reprochar y a repartir las culpas a diestra y siniestra. Y la saliva le cae encima al pueblo, en general y en particular.

Ahora mismo, con lo que decía yo de la zafra y la caña: “El presidente del grupo azucarero AZCUBA, Julio Andrés García Pérez, dijo que el ‘primer problema que tenemos es un aspecto subjetivo, de disciplina, que se refleja en los números: con lo que tenemos hoy podemos estar entregando un 8% o un 9% más de tarea, lo que equivaldría a poner 80 000 toneladas de caña por día y no lo logramos”. Ya ven que no digo mentiras. Si hubiese más disciplina Cuba pudiera lograr por fin los diez millones. Pero nadie siembra vacas, ni caña, ni café. Y lo malo que tiene esa azúcar subjetiva es que no se diluye en el café con leche como la otra.

Hasta el pobre Puesto a Dedo Díaz-Canel sin casa se ha visto obligado a intervenir, con todo el trabajo que tiene fingiendo ser presidente de un país y controlar a la esposa para que no organice más festivales de nada. Y tuvo que meter la cuchareta en lo de la caña: Díaz-Canel dijo que la situación de la Isla no permite admitir "problemas de disciplina en la cosecha", por lo que pidió elevar "el espíritu de trabajo para salir adelante y aportar más". Y ya eso es una idea brillante, aunque el azúcar que lleva problemas de disciplina en la cosecha tampoco endulza, por mucho que eleven el espíritu.

Es lo que yo digo. El problema de Cuba es elevar. Las orientaciones bajan, pero todo lo demás se debe elevar: la disciplina, la combatividad, las soluciones, y un largo etcétera, hasta que los que tengan suerte se elevan ellos mismos en un avión y van a vivir donde hay indisciplina por la libre y los ganaderos hayan sabido sembrar vacas hasta en los contenes.

Entonces todo está dicho y no se hable más. La misma seguridad del estado, que cada día pone al estado más inseguro, concluye en sus investigaciones que la pobreza, la tristeza, la mala calidad de la televisión, el horrible sabor del café, la crisis de los cigarros y el ruido ambiente son culpa del pueblo, de los revendedores, de los agentes de la CIA, de Fulgencio Batista y del bloqueo.

No olvidar que el criminal bloqueo dejó en 1959 20 000 muertos que alzando los brazos la sabrán defender todavía. Hablo de la bandera, que de manera fina la prensa nombra siempre como “la enseña nacional” y el único que la puede enseñar sin problemas es el más inútil de todos los cubanos. ¿Adivinaron quién es? Ese mismo, el Puesto a dedo, los demás tendrán problemas jurídicos si osan enseñar la enseña.

Un viejo estribillo de nuestra música dice que: “El hombre, cuando es celoso, se acuesta, pero no duerme”. Y cuando es imbécil, tampoco duerme, pero igualmente no deja dormir. Pero regaña, porque la culpa de su idiotez la tienen los yankis, el bloqueo, el derrumbe del campo socialista y los campesinos, que no han hecho una siembra de vacas que valga la pena.

Culpar a los demás, que en lenguaje científico se dice “echarle el muerto a otro” lo aprendieron del Delirante en jefe, que no llegó al asalto al cuartel Moncada que había organizado él mismo y le echó la culpa al chofer del auto, a los semáforos, a la limpieza de las calles, a los carnavales de Santiago y a los soldados de Batista, que empezaron a combatir desde el primer disparo recibido, en lugar de esperar que él apareciera.

Pero me queda una duda: ¿En aquel tiempo ya había bloqueo?

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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