Lidier Hernández y la maldita circunstancia del Estado por todas partes

Cuba es una pecera. En el agua estancada, los que no nadan en cardumen son condenados. Cualquiera que exija derechos va al fondo, empujado por un estado que escribe e interpreta leyes según su conveniencia política. Lo que sería un viaje de ida y vuelta a la isla-acuario, se convirtió para Lidier Hernández, en encierro
 

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“La injusticia en cualquier parte, amenaza la justicia en todas partes”  Martin Luther King Jr.

                                                                                      

Cuba es una pecera. En el agua estancada, los que no nadan en cardumen son condenados. Cualquiera que exija derechos va al fondo, empujado por un estado que escribe e interpreta leyes según su conveniencia política.

Lo que sería un viaje de ida y vuelta a la isla-acuario, se convirtió para Lidier Hernández Sotolongo en encierro. Hace cuatro meses, este cubano tiene prohibido regresar a Uruguay, donde es residente desde octubre de 2016, y todo porque reclama que “los ciudadanos seamos iguales ante la ley”. Y también “una Cuba donde democráticamente se acate el voto de las mayorías, sin violar los derechos humanos, ni se someta a las minorías a maltratos o discriminación”.

Pero exigir un país diferente al de hoy, lo condena. Para el gobierno cubano es un tema de “seguridad nacional”.

 

Detención en frontera

“Lo del gobierno cubano contra las voces opositoras es patológico, una vía para mantener el monopolio, la voz hegemónica; por eso reprime”, asegura el jurista cubano Eloy Viera Cañive.

El también columnista sobre temas legales, y asesor del Colectivo +Voces, agrega: “En Cuba no hay un estado de derecho. Por mucho que se intente dulcificar y cambiar la imagen, se actúa como un estado totalitario que controla todo, hasta la más mínima expresión de libertad. Cualquiera que pudiera poner en riesgo la supervivencia de esa clase política, paga el costo. No es una organización destinada a la protección de la ciudadanía cubana”.

El viacrucis de Lidier para salir de la trampa de su propio país, es una demostración de ese panorama asfixiante para la sociedad civil.

“No digas nada”. El 31 de enero del 2020, agentes del Departamento de la Seguridad del Estado (DSE) y un oficial de inmigración, lo amenazan por primera vez con prohibir su salida de la isla. Le aseguran que por esta vez lo dejarían partir, a cambio de que no protestara públicamente por esa “entrevista”. Pero le advierten que conocen su participación en manifestaciones frente a la Embajada de Cuba en Montevideo, en las que reclamaron “libertad para los presos políticos y respeto a los derechos humanos”.

“No puede pasar”. Sin embargo, aunque Lidier, nacido en el municipio Cruces (Cienfuegos), dice no haber revelado aquella citación informal para presionarlo, cuando el 15 de febrero realizaba el chequeo de su pasaje con destino a Uruguay le informaron verbalmente que está “regulado”. No pudo abordar el avión.

“No protestes”. Días después, funcionarios de la Dirección Provincial de Inmigración de Cienfuegos le informaron, a fuerza de exigirlo, que la prohibición de salida se debe a las posibles manifestaciones en las que él participaría en el extranjero. Fue una respuesta tan injusta como inútil: su retención en la isla provocó una protesta de cubanos reclamando su regreso a Uruguay, quienes se presentaron el 22 de febrero de 2020 en la Embajada de Cuba en Montevideo.

Miembros del Ministerio del Interior (Minint) le confirmaron a la madre del activista –en una entrevista verbal sin ninguna constancia escrita– que había sido regulado en aplicación de la “Decreto-Ley 302 de 2012 artículo 25 incisos d) y h)”, que alude a “razones de defensa, seguridad nacional y otras de interés público”. Fue por participar en manifestaciones consideras un “acto hostil y de ofensa al territorio nacional”.

Presentó entonces una demanda por daños y perjuicios al Tribunal Provincial de Cienfuegos. Demorando el proceso, las autoridades anulan la primera solicitud de Lidier por “incumplientos” en las formalidades de entrega. Vuelve a presentar la demanda el 28 de abril del 2020 y no ha obtenido respuestas hasta el momento.

El joven de 34 años, tozudo, se reúsa a que lo mantengan sumergido en la pesadilla que decidió abandonar hace tiempo. Dirige cartas fechadas en Cienfuegos exigiendo respuestas sobre su proceso: a la dirección nacional de Atención a la Ciudadanía del Minint (sin respuesta); a la dirección nacional de Identificación, Inmigración y Extranjería (sin respuesta); al Partido Comunista en Cienfuegos (sin respuesta), al Partido Comunista en Cruces (sin respuesta).

 

Finalmente, en mayo, Lidier perdió su trabajo en Uruguay “por ausencias sin justificación”. Aunque el gobierno del país sudamericano lo incluyó en un vuelo humanitario (13 de junio), el de Cuba le vuelve a impedir la salida.

Cuando lo han citado para un interrogatorio nunca ha sido mediante un documento oficial. Siempre lo hacen mediante un tercero. Tampoco se le ha dado la información solicitada sobre la prohibición de salida, ni verbal ni escrita.

 

El castigo de Saturno

La libertad de salida de un país no es un derecho absoluto. Todas las naciones establecen reglas que limitan el ejercicio de ese derecho, basadas en conceptos como conductas delictivas, personas sancionadas o que estén pendientes de un proceso penal y su salida pudiera presuponer una evasión de la administración de la justicia.

Internacionalmente, también se emplean otros conceptos como el de “seguridad nacional”, pero no con la ambigüedad y discrecionalidad que en Cuba. En la mayoría de las naciones, los motivos están previamente establecidos –personas que han tenido acceso a información clasificada, por ejemplo–; la medida tiene un término limitado y para aplicarla debe tener la decisión favorable de un juez –como garante independiente, no subordinado a la estructura estatal como sucede en Cuba–, que haya evaluado la situación de acuerdo a lo que diga la Ley y justificar una trasgresión, para prohibir la salida.

“En Cuba los términos son vagos, se aplican procederes injustos y desajustados en los parámetros internacionales”, asegura Eloy Viera. Él no duda en calificar estas acciones como un “castigo” a la ciudadanía cubana.

“Los autoritarismos hacen cosas así: tienes tu billete de avión, no le debes nada a la justicia, no le debes nada a tu país, vas a pasar por el control de inmigraciones y sin darte razones te dicen que estás regulado y no puedes viajar fuera de la isla”.

No obstante, aunque no ha sido el primero en sufrir esta prohibición, con Lidier “han subido la parada”. Anteriormente les habían impedido la salida a personas que vivían en Cuba; se les prohibía viajar principalmente por su destino, por su posible participación en foros y circuitos de debate político que no eran del gusto del gobierno cubano.

Pero el mensaje con el caso de Lidier (quien conserva su residencia cubana) es: no importa donde vivas, si eres cubano y pisas el país, “juegas con mis reglas de extraterritorialidad de la ley como una medida de represión”, asegura Viera Cañive en entrevista con ADN Cuba.

El jurista, que ejerció la abogacía en la isla, afirma que “la discusión debería dejar de ser si es legal o no [la regulación], y empezarse a cuestionar esa legalidad misma construida en Cuba a partir de la conveniencia política de quienes gobiernan”.

“La legalidad en Cuba no es otra cosa que las propias leyes que hace el gobierno sin equilibrios democráticos; leyes, ordenamientos, hechos en la medida de sus intereses no para proteger a sus ciudadanos”.

Cada vez son más duros los métodos que utilizan para acallar voces, no necesariamente opositoras, si no cualquier disidencia. Eso habla muy mal del gobierno cubano, en un momento en que la ciudadanía se convertido más en un supervisor de su gestión y no tiene que salir a la calle para demostrarlo, puede ir a las redes sociales.

El estado cubano utiliza la “regulación migratoria” para castigar a opositores políticos, activistas de la sociedad civil y periodistas independientes. La isla se convierte en una prisión al aire libre en la que el “condenado” no sabe cuándo será liberado. Otra vez, la revolución como Saturno, el titán griego de la antigüedad, termina devorando a sus hijos.


Solidaridad y futuro

Lidier Hernández integra el Movimiento Acciones por la Democracia, es coordinador en Uruguay de Somos+ y Vocal de la asociación civil Cubanos Libres en Uruguay. Frente a la Embajada de Cuba en Montevideo se pronunció por vez primera contra la represión hacia las personas disidentes, el respeto a los derechos humanos y la libertad de los presos políticos.

Los cuestionamientos que había empezado a tener siendo empleado civil del Minint en Cienfuegos y luego en Matanzas –por los que fue tildado de trabajador con “problemas políticos ideológicos” –, se acentuaron durante su estancia en Uruguay.

Luego de reclamar durante tres años su baja laboral logró salir del país. No demoró en comprender “que todas las prohibiciones existentes en Cuba no son normales en el mundo democrático, sobre todo la de entrar/salir del país solo por tener una opinión política diferente a la doctrina estatal, o ejercer cierto activismo”.

Cuando el 26 de enero del 2019 llegó a la Embajada de Cuba en Montevideo para manifestarse contra las arbitrariedades del gobierno cubano, le sorprendió lo que encontró. Una turba de personas simpatizantes con la revolución de la isla, impidieron a los protestantes cubanos acercarse a la sede diplomática.

“Nos cerraron el paso a unos 15 metros y comenzaron a ofendernos”, recuerda. También vociferaban: “Cuba sí, yanquis no”.

“No faltaron las provocaciones todo el tiempo, intentando que alguno de nosotros perdiera el control, pero supimos contenernos. Nuestra intención era pacífica y nos retiramos para continuar con algo que también habíamos planificado: un simulacro de votación por la Constitución de 2019”.

El 12 de octubre regresaron. En el contexto de la fecha en que el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, liberó a sus esclavos e iniciaron las guerras independentistas en Cuba, Lidier y otros reclamaron por “la falta de libertades existentes hoy en Cuba”. Durante esta protesta no hubo enfrentamientos. La calle de la Embajada estaba delimitada con una valla y solo pudieron llegar hasta unos 70 metros de la entrada.

“Vimos cómo alguien de dentro de la embajada nos hizo fotos con una cámara profesional”, asegura el activista.

Finalmente, para el 11 de enero de 2020 cuando pretendían conmemorar la protesta que en esta fecha del año anterior realizaron, “sobre todo porque no ha existido cambio alguno en Cuba”, coordinaron una convocatoria cerrada mediante grupos de WhatsApp.

Sin embargo, “un grupo numeroso nos estaba esperando y salieron a nuestro encuentro. Cuando estábamos frente a la embajada, comenzaron a empujarnos y a gritar nuevamente el 'Cuba sí, yanquis no'. Era nuestro derecho estar allí y ellos podían estar también, pero sin interrumpirnos. Comenzaron a arreciar los empujones, nos arrancaron los carteles, me intentaron quitar el celular con el que filmaba, golpearon a los activistas William Felipe Prieto y Eddy Rodríguez de la Cruz. No obstante, no respondimos a las agresiones”.

¿Cómo han sido estos años en Uruguay?

“De lo cotidiano, lo más impresionante fue el desarrollo tecnológico, a nivel de informatización de servicios y gobierno electrónico. Algo que nos sorprende a la mayoría de los cubanos, es experimentar por primera vez que personas con diferencias políticas comparten en los centros de trabajo, reuniones familiares, juegos de fútbol o incluso en la vida de pareja, sin que esto sea un conflicto para el desarrollo normal de sus relaciones.

Fue muy rico vivir por primera vez un proceso electoral en democracia y ver cómo los grupos de diferentes partidos hacían su campaña. Muchos lo describen como una fiesta democrática.

Cobrar y ver tu recibo de pago con el desglose de los impuestos, conocer en vivo que 'afuera' existe salud y educación (hasta nivel universitario) públicas; así como el subsidio por desempleo o el seguro de paro; ver personas manifestándose pacíficamente contra una empresa o el gobierno siendo custodiados por la policía; son también experiencias no menos importantes porque vas derrumbando muchos mitos que nos han contado en Cuba”.


¿Qué opinas sobre la solidaridad alrededor de todo lo que te ha pasado?

“Primero está el apoyo visible en las redes sociales. Luego me ha sorprendido mucho la cantidad de mensajes que he recibido. En Uruguay, impresionante las gestiones de varios amigos y conocidos, fundamentalmente de las agrupaciones Migración y Democracia, Comité Uruguayo por la Democracia en Cuba, Cubanos Libres en Uruguay y Manos Veneguayas. Hicieron posible que se me incluyera en el vuelo del 13 de junio pasado y que finalmente el 15 de junio se pronunciara el canciller uruguayo Ernesto Talvi, sobre mi caso. Además del pronunciamiento de varios medios de prensa”.


¿El costo emocional y familiar de tus decisiones?

Ha sido bien alto, porque manejar el estrés y la ansiedad no es fácil. Si siguen acosándome pueden amenazar con la cárcel o aplicarme una multa usando el Decreto-Ley 370. Luego la familia también sufre, sobre todo mi esposa que se encuentra sola en Uruguay en medio de la pandemia y habiendo estado mes y medio en seguro de paro… A todo lo anterior sumo la incertidumbre de no saber cuándo va a terminar esta pesadilla”.

Caridad Romero, la esposa de Lidier comentó a ADN Cuba que “estos meses han sido muy duros. El hecho de no saber cuándo volveremos a estar juntos ya es suficiente para estar en una angustia total. Siento mucha impotencia e indignación por la injusticia que están cometiendo contra mi esposo, nadie debería ser reprimido o castigado por expresar sus ideologías y más cuando es por una causa justa”.

Para Lidier los primeros días luego del 15 de febrero fueron los más difíciles durante este “encierro”, hasta que aprendió “a manejar los picos de estrés y ansiedad”.

“Soy fuerte y saldré de esta”, aseguró.

“Cuando llegue a Uruguay lo primero que haré es estar bien cerca de mi esposa y tratar de dedicarle todo el tiempo posible para intentar “remediar” esta prolongada ausencia”, refirió. 


¿Cuál será tu postura política luego de este proceso?

“A pesar de que mi regulación es una clara señal para que los cubanos que viven en el exterior callen y bajen la cabeza, mi posicionamiento contra la injusticia, será exactamente el mismo.  Ahora me sumo como una víctima más de la represión del régimen cubano.

Seguiré creyendo en las libertades de prensa, empresa, pensamiento, reunión y manifestación; en instituciones que respondan a la justicia y no a los intereses políticos de ningún gobernante o partido político; en las elecciones con sistema de voto directo por el presidente y en que se permita votar a todos los ciudadanos cubanos sin discriminar a los residentes en el exterior”.

 

El intento de “regularlo” todo

Según un inventario realizado por la opositora cubana Yoaxis Marcheco hasta marzo del 2020 fueron verificados independientemente (para un reportaje publicado por Diario de Cuba), unos 245 casos de cubanos “regulados”. Del total, la mayoría (96) está en La Habana.

Los hombres (145) sufren las regulaciones más que las mujeres (100). Entre las ocupaciones, los activistas políticos (150) son el blanco principal de la medida, luego están los comunicadores (61), y los líderes religiosos (15).

Participar, cuando es una acción efectiva y no un simulacro, es una condena para los cubanos. Lidier participa y lo ha pagado bajo el cielo de su país, frente a la bahía de bolsa de su ciudad, lejos de donde el aire no le huele a encierro. Por ahora continúa sumergido en la pecera, pero sigue nadando y a contracorriente.

 

* La autora agradece especialmente la colaboración del abogado Eloy Viera para este trabajo.

 

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