Seremos la voz que intentaron callar: familia exige libertad de manifestante del 11J

Lázara Karenia González Fernández lleva más de 35 días encarcelada por salir a protestar contra el régimen cubano el 11 de julio de manera pacífica en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas
 

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Lázara Karenia González Fernández lleva más de 35 días encarcelada por salir a protestar de manera pacífica en la ciudad de Cárdenas, provincia de Matanzas, durante las mayores manifestaciones antigubernamentales de los últimos 60 años, que estallaron el 11 de julio.

Desde Miami, Estados Unidos, sus hermanas mayores se entrevistaron con ADN Cuba para denunciar las arbitrariedades cometidas contra la joven de 28 años, quien hasta su arresto violento se ocupaba del cuidado de su madre enferma. La señora presenta secuelas tras una operación de un tumor en la cabeza, a veces convulsiona, padece hipertensión y además es “bipolar”, refiere la familia.

El 11J mi hermana estaba en la casa y se entera por las redes sociales de la manifestación. Se unió a las protestas en la calle Real, la principal de Cárdenas, y estuvo frente al Partido Comunista, manifestándose pacíficamente, con su motorcito eléctrico en la mano. Solo hizo escuchar su voz, no agredió ni tiró nada con sus manos, que siempre estuvieron ocupadas”.

Lo anterior lo dice Kirenia Suárez, y hace énfasis en el detalle de la moto eléctrica, porque el calvario que vive Lázara Karenia es justificado por la policía política con una nota –ni siquiera una acusación formal– hecha por una oficial que señala a la joven manifestante como agresora de las fuerzas del orden.

Los testimonios de testigos recopilados por las hermanas, y una serie de videos donde se ve la violenta detención de Lázara Karenia (a los que tuvo acceso ADN Cuba), dan cuenta de una versión de los hechos distinta: varios agentes del régimen, entre ellos tres efectivos de las tropas militares de élite conocidas como “boinas rojas” la agarraron por el cuello hasta el borde de la asfixia.

Kenia Chirino cuenta que una muchacha que estuvo en la misma celda de su hermana, y fue excarcelada hace dos semanas, cuidó de la joven porque “tenía los ganglios del cuello muy inflamados, hematomas, y no pudo tomar agua ni ingerir alimentos hasta el quinto día presa”. Además, le han dado “ataques de ansiedad y depresión”, pues es la primera vez que se ve en semejante situación de vulnerabilidad.

Asegura que a Lázara Kirenia “le oprimieron el cuello con la punta de una tonfa. Luego, no le dieron derecho a llamadas, no tuvimos fe de vida suya hasta el día 19 de julio, cuando su abogado pudo ir a la prisión” en Matanzas a donde la trasladaron sin notificar a los allegados.

Cuando la víctima estaba desaparecida, sus familiares comenzaron a llamar al Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), a todas las estaciones policiales de Cárdenas y otras localidades, al tiempo que la madre acudía a esos lugares. “Decían que no podían dar ningún tipo de información a mi mamá porque era confidencial”, recuerda Kenia Chirino.

“Una noche se comunicaron con mi mamá por teléfono para que le llevara aseo a la prisión”, dice, y el relato da paso a lo que quizás es una de las escenas más grotescas de la represión post 11J.

Las hermanas afirman que cuando la señora fue al penal a entregar ayuda para su hija, la interrogaron tras muchas horas de espera. Los oficiales mostraron un video de la protesta donde la madre caminaba tranquilamente al lado de Lázara Kirenia.

“Eso les bastó para coger a mi mamá y dejarla en un calabozo por ocho días. En el momento q la detuvieron convulsionó delante de ellos, una doctora certificó su mal estado y que necesitaba sus medicinas, pero no les importó”, asegura Kenia Chirino.

Más de una semana después, abogados y pruebas médicas por medio, a la señora la excarcelaron, pero no le permiten salir de su vivienda ni entregarle aseo a su hija.

“Mi madre quedó desamparada, porque no tenemos más familia que nos ayude. Desgraciadamente todo el mundo tiene miedo. La familia se ha apartado y se limitan a preguntar, no pueden llevar ni un jabón a la cárcel”, dice Chirino, y explica que solo cuentan con “una vecina y una buena amiga que le están dando vueltas” a su mamá.

Si la señora al menos está en su domicilio, Lázara Karenia González Fernández no ha recibido ese beneficio, y arriba este martes a 38 días presa. Durante los últimos 10 días no ha tenido contacto alguno con sus hermanas o el abogado.

“En su expediente el delito que tiene impugnado es el de desorden público, pero la están reteniendo demasiado tiempo para unas supuestas investigaciones, por la oficial que puso una nota donde dice que mi hermana la abofeteó y la agredió, cosa que es mentira”, dice por su parte Kirenia Suárez.

“La reto a ella que lo demuestre. Tenemos testimonios de personas que estaban en el lugar, videos donde se ve a mi hermana protestando de manera pacífica y el nivel de violencia de esta oficial y otros contra ella”, asevera.

Kirenia dice que “el abogado está al día con esta información y tiene todas las evidencias contra la oficial, de quien lleva un mes solicitándose que declare formalmente y no lo ha hecho”. Entretanto, a la prisionera le negaron el cambio de medida solicitada por su defensor al Fiscal.

Las hermanas están convencidas de que la oficial de “boinas rojas” escogió a Lázara Karenia González, que en ese momento estaba parada en la calle, mirando la protesta, “para ensañarse con ella y tirarle encima todo el odio y el remordimiento que tenía”.

Mientras Kenia Chirino llora a su lado, Kirenia Suárez saca aplomo y le envía un mensaje a su hermana menor que permanece en prisión: “Le diría que es una mujer muy fuerte. (…) Que la amo y no voy a dejar de luchar por ella nunca. Hasta que salga en libertad, mientras no se haga justicia, vamos a ser la voz que intentaron callar”.

 

Portada: Fotomontaje tomado de TopHoy

 

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