Santería cubana: una ofrenda no es basura

El problema de la basura en La Habana tiene mucho que ver con las ofrendas de la Santería, cuyos practicantes muchas veces no respetan los principios de la propia religión, que exige respeto y comunión con la naturaleza.
 

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Una ofrenda no es basura, pero se le parece mucho cuando se echa en cualquier esquina o se lleva al mar y se deja el plástico de la envoltura allí, sin ninguna conciencia, como si cuidar la naturaleza no fuera también comulgar con los Orishas.

Entonces los que saben poco de Orula, de Santería o de Palo Monte, no perciben la diferencia entre una ofrenda y los que tiran la lata de cerveza por la ventanilla del carro, o no depositan la bolsa de basura dentro del latón, o de los que orinan en las esquinas sin el más mínimo pudor, y terminan responsabilizando de toda la suciedad que ahoga la ciudad a los santeros.

No es una cuestión de quién tiene la culpa o no”, dice en entrevista con ADN CUBA Orlando García, Omilateo en el santo, con 28 años de iniciado.

Es una cuestión de educación, de ética, de disciplina social”, añade, y a cada uno de sus ahijados recomienda cada vez que hay que llevar “una carga al mar” que recojan las bolsas plásticas, que “nos las tiren al mar. Todo lo demás es biodegradable, las frutas, los animales les sirven de alimento a los peces”, esa es una de las claves para entender las religiones de origen africano, sincretizadas con el catolicismo y ahora cubanas.

 

Antes se hacía igual, pero ahora ha aumentado los problemas sociales y hay más religiosos”, explica, y la gente lleva sus soluciones en forma de ofrenda de la misma manera que suelen llevar sus vidas, con indolencia. Y nos les importar si la música alta moleste al vecino, si el agua sucia que bota le cae a alguien en la cabeza, o si tienen que empujar a quien sea para llegar ellos primeros.

Las ofrendas son parte del culto a los orishas y son inevitables. Cuando un religioso ofrece frutas o animales, y debe llevarlo a una ceiba o a las cuatro esquinas, hay espiritualidades que esperan allí para establecer esa comunicación con la deidad, pero ninguna regla ni ningún Oddun dice que tiene que ser en un lugar céntrico, ni en las playas de Guanabo mientras los bañistas huyen del espectáculo.

El resto depende de la conciencia que tenga cada cual de cuán limpia quiere conservar su ciudad, y de cuánto se quiera cuidar la imagen de una religión que, más allá de interpretaciones prejuiciosas marcadas por el racismo y la ignorancia, es una invitación a la armonía con la naturaleza, no a destruirla.

 

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