El Mejunje de Silverio: Cuando entras allí, entra el ser humano

 

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En 1984 Ramón Silverio Gómez creó un sitio mágico. “La idea original era hacer un lugar donde pudieran asistir todas y todos, y que no existiera discriminación ni exclusión”, dice, porque “Yo siempre digo que El Mejunje es como un ensayo de sociedad del futuro, que se puede lograr si uno
trabaja en eso, porque aquí está todo lo diverso, aquí está todo el
pensamiento, aquí están todos los colores”.

La década del 80 comenzó mal con los sucesos de la Embaja del Perú y la crisis migratoria del Mariel. De manera que había que hacer algo con los jóvenes. En el 84, rememora Silverio, lo que estaba de moda en ese momento eran los círculos juveniles, que de hecho eran excluyentes,
porque ahí solamente podían asistir los que la UJC les daba un carnet a
los supuestos buenos jóvenes.

Tal vez El Mejunje era lo alternativo a aquello. Eso hizo que muchas personas se fueran acercando.
Silverio sabe bien que fundó un pequeño reino mágico en el corazón de la ciudad de Santa Clara: “Porque en definitiva El Mejunje es eso, una mezcla de todo…de colores, de preferencias sexuales, de ideas, de edades”.

Fue el humorista Pablo Gari, El Pible, quien bautizó el sitio con uno de sus carteles por la costumbre de Silverio de repartir a las doce de la noche una especie de cocimiento de hierbas que su abuela le ayudaba a hacer en su casa.

El cartel de El Pible decía: “El Mejunje de Silverio”. Pero no todo fue un lecho de rosas. Hubo personas y entidades dispuestos a cerrar el lugar. “Después de muchas “causas y azares” empieza la
mirada sobre ese lugar”, y nos cuenta que un día fue citado por la Dirección de Cultura para acabar con El Mejunje.

Dice que estaba allí solo, “desnudo entre lobos”. Después de muchas horas no lo pudieron
convencer. “Venir a El Mejunje en esa época para cualquier joven era un problema
con la familia”.

Ahora, tras años de batallas, “lo que una vez para los padres fue un problema, hoy no lo es, hoy los padres están muy orgullosos de que los hijos vengan aquí”, dice. En su lucha contra la homofobia y la
exclusión, Silverio afirma que el Mejunje se adelantaba a todos los cambios que han venido.

Y remata con esta idea: “Hay que salir a transformar y a hacer, yo lo hice, o lo estoy haciendo. Y si yo pude hacerlo, creo que la gente también lo puede hacer. Mucha gente lo tiene tatuado:

“El Mejunje es mi país”.

 

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