El performance del terror: Seguridad del Estado en Cuba

La Teniente Coronel Kenia de la Seguridad del Estado en Cuba, aparece sorpresivamente. Tras su entrada aparatosa y evidentemente estudiada, recorre con sus ojos el espacio, y mide al artista de arriba abajo. Su presencia y su silencio inicial causan el efecto deseado: desasosiego, duda, miedo.
El “performance del terror”: Seguridad del Estado en Cuba
 

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La Teniente Coronel Kenia de la Seguridad del Estado aparece sorpresivamente en un interrogatorio. Ha sido citado un activista del Movimiento San Isidro. La oficial, tras su entrada aparatosa y evidentemente estudiada, recorre con sus ojos el espacio y mide al artista de arriba abajo. Su presencia y su silencio inicial causan el efecto deseado: desasosiego, duda, miedo.

Es el performance de esta Teniente Coronel que tiene nombre de país africano y corazón de artista. Una artista del terror.

De manera parecida, otros oficiales de ese ministerio del terror, que nada tendría que ver con un ministerio como el Ministerio de Cultura de Cuba, sino fuera porque todos los ministerios de la Isla se supeditan a ese otro ministerio que escucha, vigila, persigue, para al final hacer su deleznable performance nada artístico: lograr el silencio, la prisión, el exilio o la complicidad.

Una de las víctimas de la Teniente Coronel Kenia relata el impacto de esta extraña “instalación”, que ha sido el aporte de la artista esbirro a la XIII Bienal de La Habana: La señora fue sumamente hostil, preguntas directas, poco contacto visual, tono alto de la voz, tomando nota todo el tiempo, de sus preguntas y mis respuestas”.

 

Luego, la Teniente Coronel repetirá su actuación ante sus superiores, sicópatas estudiados, sociópatas con grado, y la aplaudirán, la mimarán, la estimularán posiblemente con un viajecito al extranjero, porque la pacotilla no está reñida con la defensa de la revolución.

Las Bienales de La Habana, como los festivales de cine, de música, de ballet y los numerosos simposios, fórums y encuentros internacionales, tienen un solo objetivo que nada tiene que ver con lo artístico: lavar el rostro de un sistema y de un país empobrecido hasta la médula. Convertir la miseria en lástima, conmover con los muñones de esa Isla a los extranjeros, para que constaten lo que han logrado el criminal bloqueo y años de agresiones imperialistas.

Por eso, a estos “creadores” del MININT, les resultan incómodos artistas como Tania Bruguera con su arrastre internacional, Luis Manuel Otero AlcántaraReynier Leyva Novo, Leandro Feal, Michel Matos, Amaury Pacheco, etc. han sido apresados y advertidos, para que su día de mañana se balancee junto a los elefantes, sobre la tela de una araña.

Las Kenias de este mundo esperan con ansiedad bienales y festivales, para exponer lo aprendido, para imprimirles su sello personal al aliento podrido del viejo estalinismo, y entonces levantan e invocan el fantasma del viejo comandante que desató las jaurías para frenar y liquidar la libertad del pensamiento, con aquella opereta de “Con la Revolución todo, contra la Revolución, nada”.

Lo que sucede es que el terror siempre intenta superarse, crear nuevos métodos para arrancar, del cerebro y del corazón, la libertad humana. Y un buen día, estos propios “creadores” de la zozobra y el temor, caerán devorados por otros chacales más jóvenes, “artistas” como ellos, sus discípulos, que reclamarán el derecho de hacer sus propios performances.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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