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Chino que ladra no muelde

La traducción al chino de la Constitución cubana fue presentada el 17 de abril en la embajada de la Isla en Pekín. Y como todas las cosas que tienen que ver con Cuba, nada se aclara ni se explica.

Actualizado: Wed, 05/01/2024 - 09:35

Nos habían avisado desde hacía muchísimo tiempo. Hasta la canción infantil lo decía: “Cuando salí de La Habana, de nadie me despedí, solo de un perrito chino que venía tras de mí”.

¿Alguien se había preguntado qué rayos hacía en La Habana ese perrito chino de la canción? ¿Por qué iba tras la persona que iba a salir de la capital? ¿Qué quería ese perro?

Hoy no estoy muy seguro de que esas preguntas mías hayan quedado sin respuesta por simple desidia o mala memoria, sino que, al mismo perrito, o a un chino en específico, le interesaba que así fuera. Tal vez por eso, para tapar el acontecimiento -no que alguien hubiera salido de La Habana, sino que ese alguien se despidió de “algo”- nació otro temita, aparentemente infantil, pero muy cruel y sin perrito, ese que dice que un chino cayó en un pozo y que sus tripas se hicieron agua, cuando todo el mundo sabe que el exministro de la industria alimentaria, Manuel Sobrino Martínez, no hubiera dejado que esas tripas se hicieran agua, sino que las hubiera repartido por todas las provincias para consumo de la población. No en balde le dicen Manolo Tripón o Tripita.

Pero, en la segunda parte de la triste despedida del tipo que sale de La Habana y el perrito chino que iba tras él, es donde están todas las claves de lo que le iba a caer a nuestra isla encima: “Como el perrito era chino, un señor me lo compró”. Véase la sutileza de esta venta, casi una despedida. Por una parte, el que se iba de La Habana no quería dejar abandonado al puñetero perro, que no era suyo, pero que lo seguía. Por otra, hay un mensaje subliminal, oculto, tangencial, infiltrado, embarajado, en ese verso: “Como el perrito era chino, un señor me lo compró”.

¿Significa que si el perrito no hubiera sido chino se hubiera quedado en esa? ¿Estaban enterados los tres -el que se iba, el perrito chino y el señor que lo compró- de que en Cuba no hay una ley de protección animal? ¿Si nadie compraba al perrito, por muy chino que fuera, se quedaría tirado en la calle? ¿Un perro chino ladra como los demás o ladra en chino? ¿De qué nacionalidad era ese señor que le compró el perro? ¿Sabía que el perrito no era del tipo que se marchaba? Es más, y esto es muy importante: ¿Sabía ese señor que el tipo se piraba? ¿Y para dónde? Hummmm. Napoleón Bonaparte lo dijo: “China es un gigante dormido. Déjalo dormir, porque cuando despierte, moverá el mundo”. 

Vivimos en un mundo de claves y bongós, pero mucho más de claves. Un mundo que dice en la etiqueta “made in China” y no nos damos cuenta de que los hijos de Confucio se han diseminado por el universo, y ya, a esta altura, el que más y el que menos tiene “un chino atrás”. Puede ser un narra humano o un narra can, o sea, un perrito chino.

Pues bien, analizado el caso y concluido el hecho, en menos de lo que canta un gallo estarán todos los cubanos, dentro de Cuba, comiendo arroz frito (en chino se pronuncia “aló flito”), que probablemente lleve carne de aquel perrito chino que el señor le compró al que se iba del país. O arroz solo. Y eso sería muy bueno. 

Lo malo es que en pocos años la calle Zanja se extenderá desde Maisí hasta los remates de Guane, porque aquello de que un chino cayó en un pozo era solamente una maniobra de distracción, para que no nos diéramos cuenta de la penetración asiática. Significa que, en lo que el palo va y viene, quien no tenga fiebre amarilla, tendrá la asiática en candela, metafóricamente hablando.

Y aquí viene la bola de fuego, algo que el mal llamado gobierno de Cuba no puede ocultar, como algunas de sus torpezas, ni disfrazar, como la misteriosa huida de los peces de la plataforma insular o el congelamiento de los chícharos en los ríos de Canadá: la Constitución cubana está ya disponible... ¡en chino! Y si hasta ahora no se sentían orgullosos de ser cubanos, de vivir en Cuba y de que un hombre con buen corazón haya salvado de caer en manos de Zoonosis a un pobre perrito chino, agárrense de esta brocha: “China es el primer país del mundo en llevar a su idioma la Carta Magna de la Isla”. 

La traducción al chino de la Constitución cubana fue presentada el 17 de abril en la embajada de la Isla en Pekín. Y como todas las cosas que tienen que ver con Cuba, nada se aclara ni se explica. Dan esta noticia como un logro, como algo novedoso, y no es nueva. En el fondo, la constitución del país parece haber estado en chino desde hace mucho, porque nadie la entiende ni la ha entendido nunca. 

Que el cuerpo de leyes de un país no se entienda en el idioma que se habla, y que las autoridades se alegren porque la han traducido a otro, incomprensible para muchísima gente, es peligroso. En la antigüedad sucedió con el arameo, y quienes lo hablaban murieron víctimas de problemas renales: ara meo, ara no meo.

Nuestro planeta tiene en la actualidad 8 mil millones de habitantes. De ellos 1.411.750.000 son chinos. La nación asiática es el país más poblado del mundo: 147 habitantes por kilómetros cuadrados, casi la misma cantidad que habría en ese kilómetro, si ahora mismo construyeran un puente entre Cuba y los Estados Unidos. Eso significa que China necesita ampliarse, buscar nuevos territorios, ganados de manera pacífica, haciendo que esos países terminen perteneciéndoles por deudas, por gratitud o por cariño, como de seguro fue el amor de aquel perrito chino por el tipo que se lo compró al miserable que salía de La Habana y no tuvo corazón para quedarse a sufrir con el resto de sus compatriotas y salvar así a un noble animal que lo seguía sin conocerlo, como hacen los agentes de la seguridad del estado con miles de cubanos.

Sería hermosísimo llenar la plaza de la revolución, y qué digo la plaza de la revolución, la carretera central, el malecón y el estadio latinoamericano, de orgullosos habitantes de nuestro país, para recitar, uno por uno, los artículos de la Constitución, pero en idioma chino (no aclaran si es mandarín o chino de Cantón. Yo sugiero el Mandarín, porque en ese restaurante siempre se comió mejor, y está muy céntrico). Después de eso, entre la falta de vitamina D y los larguísimos apagones a los que el inútil gobierno somete a la población, los cubanos, amarillentos y con los ojos entrecerrados, serán muy semejantes a los chinos.

Y un dato agradecido y muy curioso. Nuestra constitución, traducida al idioma chino, es una labor de muchos, pero especialmente de “Pan Deng, profesor de la Universidad de Ciencias Políticas y Derecho de China y uno de los principales artífices del proyecto, al que se dedicó durante cinco años”. Para que luego venga un mal agradecido a protestar porque los cubanos no tienen Pan.

A lo mejor ese fue el señor que le compró, al que se iba de La Habana, aquel pobre perrito chino.

 


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