Caibarién: un año entre réplicas y parrandas

Los programas de reconstrucción de viviendas arrasadas por el huracán Irma no superan el 35 % de la ejecución en Caibarién, pero los recursos se usan en la construcción de obras para alegrar la vista al turismo internacional
Entrada a Caibarién. /Foto: Pedro Manuel González Reinoso.
 

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La llamada Revolución Cubana anda carente de asideros movilizativos y pro patrióticos. No basta adjuntarle circenses cabriolas al “pan del pueblo” con moderado éxito. Van a por más.

Para este nuevo año, que coincide en dos guarismos idénticos, habrá que aspirar a esa nitidez meridiana que comúnmente nos falta: 20-20, pero en grados de optometría, para cada ojo, y que no nos pasen impunemente gato por liebre, o nos hagan creer que el chicharrón es carne.

Este enero hará exactamente un año que arribó al municipio de Caibarién, una de las copias a la boina del comandante guerrillero Ernesto Guevara, por órdenes del aparato ideológico del Partido Comunista.

La razón aquella visita itinerante, que se repetiría en mayo, no fue otra que las conmemoraciones por el quincuagésimo aniversario de la muerte de Guevara en La Higuera. Siguiendo pautas tradicionales, como en toda doctrina iconográfica, fue convocado el pueblo a rendir tributo y admiración –no al sueño rebelde en que lo convirtieron a la fuerza, sino a la materialidad efímera que lo representa—, bajo cuya influencia de mártir mundial, los atrasados programas productivos y anhelos personales incumplidos encontrarían, a partir de semejante reverencia, soluciones inmediatas.

Ha transcurrido casi un año de “su magnífica presencia”, y el municipio arrastra tantos o más problemas que el lustro precedente, pues no se avizora aún el bienestar en el confuso horizonte.

Acaban de tener lugar las parrandas zonales que queman pesos en el aire y son una copia infiel de las oriundas de Remedios, y según los parranderos involucrados o cercanos al gobierno, los costo se han elevado al millón y medio de pesos CUP, casi cinco veces lo destinado para estas fiestas en años anteriores.

Pero la gente rebosa de alegría. Como en la canción de Serrat, le gente ha olvidado su angustia existencial solo por una noche, y ha disfrutado a pata suelta las abundancias súbitas, ruidosas y musicales.

 

 

Veamos algunas estadísticas:

Los programas de reconstrucción de viviendas arrasadas por el huracán Irma en 2017 no superan hoy el 35 % de la ejecución. Los albergados continúan a la espera de una respuesta que no llega. Se han removido tierras para construirle cuatro edificios residenciales, pero hasta allí las clases. No hay recursos para proseguir.

La actual temporada turística no ha rendido los frutos anunciados; y la ausencia de materiales para la construcción, junto a la falta de fuerza calificada, han devenido el señuelo con el que se ha desinformado periódicamente a los damnificados.

La remodelación de una innecesaria doble vía circunvalante— obra de una constructora militar— ha arrastrado consigo los escasos recursos existentes, priorizando la fugaz imagen de “prosperidad futura” al turista que pase camino al cayerío, con la panorámica de una ciudad que se desbarata por dentro.

 

 

Han llegado al extremo de disponer –sin consulta alguna, por supuesto— del patrimonio histórico local, en plan de contentar las demandas del urgido consorcio constructos: los pisos de mármol del antiguo museo María Escobar Laredo, que hoy permanece cerrado junto a varias instituciones de la cultura, terminaron adosando los cimientos del Hotel Sagua.

Hasta hoy no se responde debidamente a los acuciantes problemas del abasto de agua, suministro de alimentos y medicamentos, atención a la cultura, el deporte o los problemas crecientes con el cronograma educativo, la recolección de desperdicios o reparación de calles, sumidas en su mayoría entre aguas albañales, como consecuencia del trasiego de ómnibus de la Empresa Transmetro, encargada de repartir diariamente al personal empleado por la corporación Gaviota en todo el centro del país.

 

 

La flamante vía que evitaría esas incursiones sobre el maltrecho pavimento y las infraestructuras hidráulicas de Caibarién no acaba de inaugurarse, y nadie sabe bien por qué, aunque ya está pintada y asfaltada. Tal vez aguarden por algún personaje que se digne descender desde el Olimpo para cortar la cinta.

No faltan, además, especulaciones acerca de si será necesario mover también al híbrido crustáceo de la entrada del pueblo, obra de Florencio Gelabert (1984), para de crear allí una rotonda.

La polémica escultura simbolizó, según palabras del artista, “la bienvenida al ex puerto”, símil de un “homenaje con venganza” porque “un Cangrejo siempre será loa a la marcha atrás”.

 

Escrito por Pedro Manuel González Reinoso

(Caibarién, Las Villas, 1959) Escritor Independiente. Economista (1977), traductor de lenguas inglesa y francesa (1980-86). Actor y Peluquero empírico. Fundador de ¡El Mejunje!, Santa Clara (1993) donde nació a Roxana Rojo. Trabajos suyos incluyen poesía, artículos, ensayos. Su personaje aparece en varios documentales del patio: "Mascaras" y "Villa Rosa" (Lázaro Jesús González, 2015-16), "Los rusos en Cuba" (Enrique Colina-2009). Fue finalista del Premio Hypermedia de Reportajes en 2015.

 

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