La conga de Los Hoyos y su difícil resistencia

La conga de Los Hoyos en Santiago de Cuba, un hito de la cultura cubana y el baile popular, resiste a duras penas. ADN Cuba desnuda las vicisitudes de sus integrantes, movidos nada más que por el amor a lo que hacen
 

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En la barriada Los Hoyos, justo en la esquina donde se amotinan floreros y animaleros, entre pregones y bocinas ruidosas, está el Foco cultural de la que sigue siendo la conga más grande de Santiago de Cuba.  

La conga Los Hoyos, próxima a cumplir sus 118 años de fundada, está dirigida por Félix Bandera Blex, un señor bastante mayor que lucha recursos para mantener viva la conga santiaguera.

“Tengo 70 años y 55 de vida artística, mi vida es esto. Llevo 21 años de director general, no es fácil dirigir una conga. Yo no soy rico, soy el director de la mejor conga del mundo y es para que tuviera un carro parqueado ahí, pero el sentir mío es que soy santiaguero y voy a hacer mi cultura hasta que me muera”, explica Bandera con una mezcla de orgullo y decepción.

Bandera nos recibe y nos invita a pasar a un salón espacioso de puntal muy alto, donde una hilera de taburetes no logra ocupar ni la mitad del espacio. En las paredes fotos y banderas rojas con el concepto de Revolución se combinan con un mural pintoresco de Lezcay. Pareciera que el tiempo no pasara por allí, pareciera que la conga no solo fuera una tradición cultural, sino también política.

“Este local era de los chinos, era una panadería que desapareció en 1967 con la ofensiva revolucionaria. En 1973 Andrés Chavarría, uno de los primeros comunistas de la comunidad, logró que la planificadora nos diera este espacio para hacer las inscripciones del carnaval”. En ese espacio había un señor llamado Sebastián Herrera Zapata "Chan", que dirigió la conga por más de media década, uno de los directores más importantes en Santiago de Cuba y fundamentalmente en el barrio de Los Hoyos.

“Yo jovencito me dediqué a dirigir quinces de pareja. En aquel tiempo se bailaba mucho el vals y cogí mucha popularidad. Entonces Chan me llama y me dice: "Nosotros somos la nueva directiva y estamos buscando gente joven para echar la conga de los Hoyos hacia adelante". -"Pueden contar conmigo", contesté”.

“Ese fue el año en que la conga de los Hoyos se llamó "Ritmo, baile y fantasía". Ese año se sacó la conga más grande, 900 salidores en 1973. Sacamos 200 caperos, cuatro grupos de baile de 75 parejas, sacamos infinidad de farolas, abanderados, 25 músicos y dos cornetas chinas. Ese año cogimos primer premio”, se puede decir que ahí es cuando comenzó a arrollar la verdadera conga.

 

Antes no existían los focos culturales. Pero en 1979, Gladys Linares, junto al director de la Casa del Caribe, logró que se hiciera el Foco Cultural de la Conga Los Hoyos. Este proyecto data del año 1980 y tiene 40 años de fundado. Gladys Linares fue la única mujer campanera en un conglomerado de hombres en la historia de la conga. 

“Antes del triunfo de la Revolución no se permitían niños menores de 15 años en las congas, hasta que en 1983 a Gladys se le ocurre crear la primera conga infantil, cuyos niños son nuestros sucesores y actualmente tocan en la conga de adultos”.

Según Bandera la única conga en Santiago de Cuba que mantiene sus toques, su ritmo y su tradición es la conga de Los Hoyos. “Este es un barrio de tradiciones, los niños nacen tocando un tambor”.

Sin embargo, con los años los problemas de salario, la carencia de recursos y los vicios en el proceso que ellos mismos asumen y justifican, son los que le restan calidad a un elemento que por tradición debe ser esplendor puro.

“Aquí en Santiago solo se le da salario a la conga en julio, cuando hay carnaval. Aquí los bailarines son voluntarios, no se les paga, sino que se les da una atención: se les da una buena merienda, se les atiende como si estuvieran en su casa”. 

No solo tienen que subsistir sin salario el resto del año, sino que además deben buscarse la vida y luchar sus propios recursos, gestionando lo que necesiten con empresas “madrinas” que el propio estado le asigna. Realmente deja mucho que desear trabajar a cambio de una "atención" o "una buena merienda".

“La agencia Paradiso trae extranjeros y se les hacen actividades aquí”, dice Bandera. Justificando esa presentación programada en el paquete turístico que compraron los extranjeros, la empresa Paradiso ofrece una buena merienda a los músicos, ellos bailan y pasan su cepillo, después el director musical comparte entre todos lo que logren recaudar. 

“Nosotros nos autofinanciamos: hay que comprar bombillos, una lámpara, los baños están oscuros. El municipio no tiene recursos para darnos a nosotros”, dice con la mayor tranquilidad, como quien ya está acostumbrado a que las cosas cada día se pongan peor. 

Es como si de tanto repetirse las excusas se las hubieran creído. El conformismo y la resignación no dejan ver más allá otras posibilidades: “El Estado hace un esfuerzo grande porque no es fácil vestir a tantas personas”. 

“Nosotros reconocemos que hay muchos problemas económicos, pero sentimos la cultura y con un poquito que nos dé el Estado y un poquito que pongamos nosotros sacamos el carnaval a flote. Eso hacemos porque tenemos sentido de pertenencia”.

Cada año se reducen los recursos, tienen que hacer más con menos: “A la conga de adultos le dan cinco metros de tejido por persona y según van pasando los años se va rebajando. El año pasado fueron cuatro metros. Hay veces que nos excedemos pues hay gente que quiere salir y con el poquito que nos sobra logramos vestir a esa gente. El año pasado sacamos 190 personas”, explica Bandera a ADN Cuba.

Las vestuaristas tienen que hacer magia literalmente, no solo para conseguir hacer un vestuario digno con menos tela, sino también para diseñar y para conseguir las materias primas.

“Tenemos amigos que nos traen adornos, tejidos, más el que nos dan en el carnaval, con eso vamos resolviendo. A veces el tejido que dan no está acorde al vestuario, entonces hay que cambiar el diseño. Es engorroso”, confiesa Miriam Reyes Álvarez, vestuarista de la conga Los Hoyos.

¿Pero quién reconoce esa inventiva, el sobreesfuerzo de esta gente? ¿Cómo logran vestir a 150 personas cada año con tan poca tela? ¿Cómo lo hacen?

“Temblando, retacitos por aquí, cortecitos por allá, inventando con lo que queda. Yo guardo los retazos más larguitos para el próximo año. Hay que inventar, hay que truquear, hay que hacer magia. Hay que guardar lo que sobra y lo que traen los padrinos porque con cuatro metros no da. Pero no es fácil, hay veces que me han dado las cinco de la mañana cosiendo”, confiesa Miriam. 
Con estas condiciones, ¿podrá la conga volver a ser lo que un día fue? 

“No podemos decir que los carnavales van a ser como antes. Mentira… porque no tenemos recursos”, concluye Bandera.

 

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